No quiero sonar pesado, pero realmente me siento transformado. Siento que me sucedió una transformación muy importante.
Un aprendizaje que estoy germinando es el de la prudencia. Desde hace algunos días comencé a sentirme en una etapa de transición—me di cuenta que algo estaba haciendo de sobra que me incomodaba bastante, que no acoplaba con mi forma de ser. Añadiendo otras circunstancias de la vida, se fue potenciando esta sensación y me sentí atrapado en una prisión de pesadumbre.
Sentí lo que verdaderamente es caer fondo, sin escapatoria, bajo las filosas garras de la desesperanza.
Siento que cada vez más me estoy separando de quién fui antes. No necesariamente en cuanto a personalidad, sino de los eventos que me dejaron una impronta—ya los siento distantes.
La manera en la que pienso mantiene sus cimientos, mi Esencia, pero su estructura y flujo de procesamiento es distinto a como era antes, y esto deviene en mi forma de actuar con el mundo hoy en día.
Me doy cuenta que mis preocupaciones son bastante nimias. Afortunadamente, por privilegio, por suerte, tengo cierto grado de libertad de decidir qué hacer con mi vida y mi tiempo. Pero hay un bagaje ilusorio que me ha mantenido en tierra sin permitirme volar. Pienso que ese bagaje es mi incertidumbre de ahora qué hacer con mi vida. Necesito verdaderos objetivos.
Desde los 25 años hasta ahorita planteé bien mi forma de ser, mi Esencia. Estoy muy agusto con quien soy. Lo que me consterna es qué hacer con lo que Soy ahora.
Lo que me motiva en todo esto es hacer cambios. Atreverme a no temer al futuro—aventarme al vacío y vivir lo que tenga que vivir.
Creo que he sido sincero y verdadero con los demás. Pero también han habido reminiscences de inseguridades pasadas, o bien remusgos que salen de entre las grietas de mi alma y envuelven a Otros en esa misma oscuridad provocando mutuas desdichas.
Pero siento que, tal vez, muchas de estas desgracias ocurren por (yo) no poner límites a qué tanto puedo dar o qué tanto puede alguien esperar de mí—no en el sentido que no quiera darle todo lo que Soy, sino que no me sienta utilizado.
Creo que he sido muy condescendiente durante gran parte de mi vida con muchas personas—hacía y decidía para ayudarles a ellas, no "pasaba nada" si me tocaba más difícil a mí. Pero en estas últimas ocasiones, por ser así, me/nos iba muy mal. Así que comencé a responder, definitivamente, no. Aunque pueda caer mal, debo poner límites en lo que puedo dar por mi bienestar físico y mental—aprenderé a decirlo de maneras afables. Debo dar a entender que también necesito espacio, necesito tiempo, tengo límites, y tal vez así pueda encontrar balance con los anhelos de Otros.
Uno de las maldiciones de'studiar filosofía es que no puedes volver a ver al Mundo de manera superficial. Constantemente ves deficiencias, problemas, y piensas en soluciones que al mismo tiempo son difíciles de instaurar. A su vez, también descubres la belleza de la existencia, lo fastuoso que puede ser, y uno anhela ese'stado de Felicidad perpetua. Una suprema inteligencia sería capaz de adivinar todas las respuestas a la vida para evitar tristezas y aumentar la significancia y el bienestar. Pero, para nosotr∞s mortales, al parecer tenemos que sufrir para entenderlo.
El chiste de todo esto es, ¿aprendiste la lección?