jueves, 7 de diciembre de 2023

 Me llegaron algunas cartas que aún no leo, y probablemente no haga—debo taparme los ojos mientras las escondo. ¿Qué puedo esperar al leerlas? Me imagino muchas cosas, y pocas son positivas. ¿Qué gano yo al leer mensajes que, inintencionalmente, me bajarán el autoestima? ¿Otro adiós? ¿Otra reprimenda? Pero, si desde la honestidad, sé que ya no tengo nada qué esconder. Cartas cuyo envío fue corporalmente necesario, pero corporalmente no puedo abrirlas. De cualquier forma, espero, aunque no lo dudo, que el remitente se encuentre bien.

Obedezco a mi cuerpo, que ni es razón ni emoción—es algo más... real. Si me cuerpo siente miedo, lo protejo, que, a su vez, me protege. ¿Por qué hago esta distinción entre mi cuerpo y mi yo consciente? Creo que son entidades recíprocas—no defiendo el dualismo, pero de entre toda ilusión humana el cuerpo es lo más real que tenemos. Ejemplo: Cuando tienes hambre, estás de mal humor—cuando comes, te sientes bien, te da sueño.

He disfrutado bailar bastante últimamente—lo suelo hacer a cualquier hora del día, aunque disfruto más la noche, entre la sensualidad del silencio. Es como hacerme el amor a mí mismo—un tipo de masturbación enteramente corporal y no sólo genital. Y lo hago porque mi cuerpo me lo pide—no lo pienso, no lo razono, sólo lo siento.

Creo que el Teatro y la actuación libera el esquema corporal al que estás acostumbrado, y ahora me es necesario moverme. No me refiero con moverme simplemente de estado o país, espacio, sino permitirme escenarios que estimulen sensorialmente mi cuerpo a plenitud.. Como ¡correr bajo la lluvia! Como ¡hacer rituales! Multisensoriales... Mover mis manos, y mis pies, y mi cabeza, y mi torso, y mis dedos. Ahora veo la importancia del ejercicio: Ensanchar y flexibilizar mi cuerpo a través del gimnasio y la natación. 

Creo que si escuchas y entiendes a tu cuerpo la honestidad emerge fácilmente.

Cuerpo como tierra fértil donde crece y se cosecha la consciencia, personalidad e identidad.