domingo, 12 de marzo de 2023

 Desde hace tiempo considero nuestra existencia social como una gran obra de teatro—una puesta en escena donde (casi) todos se aferran a un "personaje" para encontrarse una supuesta "identidad" <<¿qué es lo que nos hace decir(dir) que una cucaracha es hermosa o es horrible?>>. 

Creo que el teatro, más allá de ser un arte, es un manual de vida, es decir ¿cómo salirse del personaje y descubrirse como realmente es uno? Sí, creo que hay algo fundamental, universal en todos que nos permitiría felicidad perpetua, pero está escondida bajo capas y capas de simulacros de personalidad.

Si me dieran a escoger, yo sería el arlequín, aquel que se le permite burlarse de las condiciones actuales sin reproche alguno—es más, se le celebra, e incluso se le pide consejo. Aquel que ferozmente critica a través de la ironía, del juego, lo que está mal y puede mejorar en nuestro mundo.

Creo que todos somos capaces de ser el arlequín, pero pocas veces se nos permite. Aborrezco a quienes prohíben el juego, el libre pensamiento por aires de supremacía y de poder.