Los pensamientos negativos parecen ser reflejos de nuestras propias inseguridades. Si nos saltamos conscientemente de la capa "pensamientos negativos" hacia éstas, comprenderíamos mejor qué es lo que exactamente nos hace sentir mal.
Me di cuenta cuán fácil es "enmascarar" mi verdadero sentir—¿qué es lo que uno temería descubrir? Se me ocurre algún tipo de debilidad, que afecta ¿qué, nuestro ego? ¿Por qué cuesta trabajo pensar de otras maneras más afables? Me puedo imaginar innumerables mundos—cual π, que entre su infinito puedo acertar con algún patrón que se asemeje a lo real, pero, ¿qué ganaría con comprobarlo? Y ¿realmente vale la pena perder el tiempo en dichas preocupaciones? Me respondo, respectivamente, que a largo plazo nada, y que no. La estrategia más fiable que he encontrado para evitar este bucle es ludificarlo.
Me descubro profundo. El lenguaje parece ser un juego, en verdad. Un juego que puede resultar verdaderamente divertido si lo sabes jugar. Un juego cuya mecánica más poderosa es la sinceridad—como en serpientes y escaleras. Te eres real → asciendes por la escalera. Te mientes → desciendes por la serpiente: Así de fácil: Mientras más sincero te eres más cerca estarás de la cima—de lo contrario reincides las mismas experiencias. Como en la vida real, el azar determina tu cuerpo en el tablero, pero uno se crea dichos caminos en base a su atributo más importante: Quien Realmente Es.
El lenguaje es un juego dentro del metajuego de la vida misma. Es un juego complejo, como el Go, cuyas reglas son irónicamente simples—por eso les veo afinidad... Me pregunto: ¿Practico Go en la vida o la vida en Go?
La vida es un juego.