Sí, duele muchísimo forzarse a dejar de amar, desamar siendo, poquito a poquito, deconstruir lo que, con mucho esfuerzo, conflictos, alegrías, malinterpretaciones, esperanza y desesperación se iba alzando. Ninguna maravilla se construyó sin accidentes.
Amar es darnos significado en este breve tiempo que somos. Desamar es reformular nuestro espíritu, volver a las preguntas primarias: ¿Quién soy? ¿Qué quiero? ¿Por qué hice ésto? ¿Por qué no lo hice de otra manera?
El mundo se vuelve sórdido. La ausencia oscurece al sol. El futuro se deslizó fuera de mis manos, roto en pedazos, como fragmentos de espejo cuyo reflejo es mi propio rostro.
Me siento mal. Estaré bien.