domingo, 11 de febrero de 2024

Creo que con concentración suficiente uno puede desprenderse de capas y capas de palabras y definiciones para dejar completamente despejado el paisaje que verdaderamente es "tu Ser". Es tan obvio que todos somos moldeados por los otros—por ideas hypermodernas, las cuales, recursivamente, nos provocan saturarnos de más conflictos existenciales, innecesariamente. 

Ya no me cuesta trabajo estar en conversaciones grupales, de esas que denominaba como "conflictos bélicos en ping-pong": El punto de conversación aquí, y de repente acá, pero debo estar allá, pero regreso por allí, etc. Ahora lo veo como un completo teatro. Y sí me he dado cuenta que cuando presento contundentemente mi diálogo, todos se callan—todos prestan atención: Es mi turno, en este juego, en esta escena, de decir "algo"... Hasta lo más ínfimo se capta, hasta lo que susurro se presenta como un ancla de modulación. Y mi problema es que sé que puedo hacer fácilmente que toda la conversación se convierta en algo que genuinamente me interese, a diferencia de soportar contundentes embistes de opiniones, pero es donde, "moralmente", nuestros egoísmos individuales se limitan, se deberían calmar, cuando, en realidad, quisieran abarcar el mundo entero. Creo que por eso a veces me acongojo aún durante convivios como esos: Debo controlarme, porque sino seré yo quien más hable y hable y hable.

Otra cosa: Algo que me he dado cuenta muy cabrón es que "amar", entre otras cosas, es "pensar por el otro", "pensar como uno"—eso es el amor genuino.