Ayer sentí miedo. Del real, ya no del "no pasa nada". Ayer conocí la Muerte, o al menos su Ángel premonitorio. Mi vida es un tejido arcano de coincidencias, místicas—desde hace tiempo dejé de razonarlas.
El tiempo en su inevitable progreso se ha fragmentado—pude ver entre sus resquicios el futuro que nos depara. Se ha develado el ocaso de mi consciencia, por fin.
Ya no hay más, Óscar.